Esta mañana estaba limpiando cuando me encontré con una hormiga solitaria, cuidadosamente logré ponerla sobre una de mis manos y la siguiente media hora la pasé con el plumero en una mano y la hormiga dando vueltas en la otra, en un momento dado dejó de dar vueltas, se detuvo en un dedo como intuyendo la inutilidad de su acción.
Hay personas que se pasan la vida dando vueltas y vueltas en el mismo punto, a las mismas cosas, cavando un agujero cada vez más y más profundo, a base de vueltas, donde enterrar su falta de valor, de ilusión, de optimismo, da igual como se le llame, para seguir avanzando. Conozco esa sensación, conozco a alguno que otro que se ha acostumbrado a vivir así.
Y aunque reconozco que en el fondo todos somos portadores de alguna cobardía, yo la primera, la cuestión está en seguir adelante a pesar de ella y no conformarse solo con la misma, sino ir sustituyéndola por otras nuevas, cada vez más pequeñas, dejando las viejas atrás.
No es más valiente quien no teme a nada, sino quien a pesar de sus miedos no permite que estos le arrinconen y sean su mejor excusa.
A la hormiga la dejé en la calle ocupada en sus que haceres agradecida por la reflexión y el aprendizaje que de nuevo este pequeño ser me ha proporcionado.
Ilustración realizada por Quino para el Pais Semanal en el año 1996
