jueves, 4 de junio de 2009

Abandonar las armas


Foto de Fran Gómez, extraida de www.ojodigital.com



En toda guerra, en toda batalla siempre se pierde, aunque erróneamente se siga creyendo en vencedores y vencidos, cuando se opta por luchar te predispones para la perdida, toda lucha es siempre una batalla perdida.


Un sabio dijo en una ocasión que lo que resiste, persiste, y es cuando nos cansamos de dar manotazos al aire, bofetadas a nosotros mismos, a lo que y a quienes nos rodean, de quedarnos anclados en un mismo punto sin permitirnos avanzar un ápice, o lo que es peor, sin permitir que otros lo hagan, cuando somos conscientes de que el inflexible y recio roble a pesar de su aparente fortaleza, es más frágil que el junco, que es capaz de resistir la tormenta, los huracanes, plegándose a ellos, adaptándose a la dirección de los vientos, entonces es cuando estas listo para otro tipo de batalla, pues la flexibilidad no significa servidumbre, ni humillación, significa saber que hacer en cada momento, en cada situación, no permitirte, en la mayor medida de lo posible, que las circunstancias estén por encima de ti, aparcar el orgullo, la intransigencia, que te impide ser consciente de muchas cosas que te rodean, sobre todo ser consciente de ti mismo.


Conozco la perdida que supone el orgullo y la intransigencia, esa inseguridad que te hace creer que provocar una guerra contra todo y contra todos, que al imponer tu criterio, eso te hace más fuerte, más admirable, y puede protegerte no se sabe muy bien de que.


Conozco a muchos, que como a los antiguos, podrían enterrar con sus armas y su escudo invisible y en cuya lápida figuraría el siguiente epitafio, "He aquí alguien que amó a su orgullo por encima de todas las cosas, su familia, sus amigos e incluso su propia vida."

martes, 2 de junio de 2009

El mejor guerrero del mundo

Caucasum era un joven valiente, experto espadachín, que soñaba con convertirse en el mejor guerrero del mundo. En todo el ejército no había quien le venciera en combate, y soñaba con convertirse en el gran general, sucediendo al anciano cobardón que ocupaba el puesto. El rey le apreciaba mucho, pero el día que le contó su sueño de llegar a ser general, le miró con cierto asombro y le dijo:

- Tu deseo es sincero, pero no podrá ser. Aún tienes mucho que aprender.

Aquello fue lo peor que le podía pasar a Caucasum, que se enfureció tanto que abandonó el palacio, decidido a aprender todas las técnicas de lucha existentes. Pasó por todo tipo de gimnasios y escuelas, mejorando su técnica y su fuerza, pero sin aprender nuevos secretos, hasta que un día fue a parar a una escuela muy especial, una gris fortaleza en lo alto una gran montaña. Según le habían contado, era la mejor escuela de guerreros del mundo, y sólo admitían unos pocos alumnos. Por el camino se enteró de que el viejo general había estudiado allí y marchó decidido a ser aceptado y aprender los grandes secretos de la guerra.

Antes de entrar en la fortaleza le obligaron a abandonar todas sus armas. "No las necesitarás más. Aquí recibirás otras mejores". Caucasum, ilusionado, se desprendió de sus armas, que fueron arrojadas inmediatamente a un foso por un hombrecillo gris. Uno de los instructores, un anciano serio y poco hablador, acompañó al guerrero a su habitación, y se despidió diciendo "en 100 días comenzará el entrenamiento".

¡100 días! Al principio pensó que era una broma, pero pudo comprobar que no era así. Los primeros días estaba histérico y nervioso, e hizo toda clase de tonterías para conseguir adelantar el entrenamiento. Pero no lo consiguió, y terminó esperando pacientemente, disfrutando de cada uno de los días.

El día 101 tuvieron la primera sesión. "Ya has aprendido a manejar tu primera arma: LA PACIENCIA", comenzó el viejo maestro. Caucasum no se lo podía creer, y soltó una breve risa. Pero el anciano le hizo recordar todas las estupideces que había llegado a hacer mientras estaba poseido por la impaciencia, y tuvo que darle la razón. "Ahora toca aprender a triunfar cada batalla". Aquello le sonó muy bien a Caucasum, hasta que se encontró atado a una silla de pies y manos, subido en un pequeño pedestal, con decenas de aldeanos trepando para tratar de darle una paliza. Tenía poco tiempo para actuar, pero las cuerdas estaban bien atadas y no pudo zafarse. Cuando le alcanzaron, le apalearon.

El mismo ejercicio se repitió durante días, y Caucasum se convenció de que debía intentar cosas nuevas. Siguió fallando muchas veces, hasta que cayó en la cuenta de que la única forma de frenar el ataque era acabar con la ira de los aldeanos. Los días siguientes no dejó de hablarles, hasta que consiguió convencerles de que no era ninguna amenaza, sino un amigo. Finalmente, fue tan persuasivo, que ellos mismos le libraron de sus ataduras, y trabaron tal amistad que se ofrecieron para vengar sus palizas contra el maestro. Era el día 202.

-"Ya controlas el arma más poderosa, LA PALABRA, pues lo que no pudieron conseguir ni tu fuerza ni tu espada, lo consiguió tu lengua".

Caucasum estuvo de acuerdo, y se preparó para seguir su entrenamiento."Esta es la parte más importante de todas. Aquí te enfrentarás a los demás alumnos". El maestro le acompaño a una sala donde esperaban otros 7 guerreros. Todos parecían fuertes, valientes y fieros, como el propio Caucasum, pero en todos ellos se distinguía también la sabiduría de las dos primeras lecciones."Aquí lucharéis todos contra todos, triunfará quien pueda terminar en pie".

Y así, cada mañana se enfrentaban los 7 guerreros. Todos desarmados, todos sabios, llamaban al grupo de fieles aldeanos que conquistaron en sus segundas pruebas, y trataban de influir sobre el resto, principalmente con la palabra y haciendo un gran uso de la paciencia. Todos urdían engaños para atacar a los demás cuando menos lo esperasen, y sin llegar ellos mismos a lanzar un golpe, dirigían una feroz batalla...

Pero los días pasaban, y Caucasum se daba cuenta de que sus fuerzas se debilitaban, y sus aldeanos también. Entonces cambió de estrategia. Con su habilidad de palabra, renunció a la lucha, y se propuso utilizar sus aldeanos y sus fuerzas en ayudar a los demás a reponerse. Los demás agradecieron perder un enemigo que además se brindaba a ayudarles, y recrudecieron sus combates. Mientras, cada vez más aldeanos se unían al grupo de Caucasum, hasta que finalmente, uno de los 7, llamado Tronor, consiguió triunfar sobre el resto. Tan sólo habían resistido unos pocos aldeanos junto a él. Cuando terminó y se disponía a salir triunfante, el maestro se lo impidió diciendo: "no, sólo uno puede quedar en pie".Tronor se dirigió con gesto amenazante hacia Caucasum, pero éste, adelantándose, dijo:

- ¿De veras quieres luchar?. ¿No ves que somos 50 veces más numerosos? Estos hombres lo entregarán todo por mí, les he permitido vivir libres y en paz, no tienes ninguna opción.

Cuando dijo esto, los pocos que quedaban junto a Tronor se pusieron del lado de Caucasum. ¡Había vencido!

El maestro entró entonces con una sonrisa de oreja a oreja: "de todas las grandes armas, LA PAZ es la que más me gusta. Todos se ponen de su lado tarde o temprano". El joven guerrero sonrió. Verdaderamente, en aquella escuela había conocido armas mucho más poderosas que todas las anteriores.

Días después se despidió dando las gracias a su maestro, y volvió a palacio, dispuesto a disculparse ante el rey por su osadía. Cuando este le vio acercarse tranquilamente, sin escudos ni armas, sonriendo sabia y confiadamente, le saludó:

- ¿Qué hay de nuevo, General?

Este y otros cuentos para pensar los podéis encontrar en : http://cuentosparadormir.com

domingo, 31 de mayo de 2009

Sobre revoluciones y crisis

Cuando una revolución surge es porque alguien o muchos se consideran sometidos durante demasiado tiempo a algo, a otros, a lo que no desean seguir sometidos. Una persona, o un pequeño colectivo adquieren conciencia de una situación que no es ecuánime y justa para el resto y deciden tomar cartas en el asunto logrando que los demás les sigan.

Una revolución es la necesidad de dar un giro evolutivo a un hecho, que se considera no puede permanecer en el punto en el cual se encuentra, de un modo radical.

A veces la naturaleza provoca un incendio arrasa con lo hay y convierte las cenizas en fertilizante para que crezca renovada vida.

Una revolución es ese efecto incendiario y para que se produzca se ha de entrar previamente en crisis y después saber emplear las cenizas para generar un nuevo ciclo, hasta el próximo incendio regenerador.

El mayor error es considerar esa situación como algo permanente y definitivo especialmente si esa revolución trae como consecuencia más sangre y sometimiento, tarde o más temprano se habrá de liberar esa situación y probar de nuevo.

La vida esta llena de revoluciones y crisis, despertares y letargos, nacimientos y muertes. La propia naturaleza nos demuestra constantemente que es así, sufre sus crisis y sus revoluciones (evoluciones) sabiendo que es lo normal y necesario, al contrario que nosotros que siempre esperamos haber liberado al mundo de algo de forma permanente, o creemos haber encontrado la panacea o tal vez la piedra filosofal que a partir de ese momento convertirá nuestra existencia en oro por siempre jamás.

El Che estaba convencido de que la única revolución posible era empuñando un arma, Mahatma Ghandi demostró que no, y puestos a elegir yo prefiero su revolución silenciosa y pacífica, la que permite que otras revoluciones posteriores sean posibles.

Es preferible morir de pie a vivir arrodillado, pero no tiene mucho sentido si para morir de pie otros deben de arrodillarse.